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domingo, 18 de mayo de 2008

Debate: La necesidad de profesionalización de la Gestión Cultural


Al igual que el entramado compositivo y de relaciones que tienen algunas obras de Kandinsky, algunas profesiones, como la Gestión Cultural, tienen unos elementos multidisciplinares que generan a la propia profesión una necesidad de definición.
Situación actual. Concienciación de la necesidad de profesionalización.


La profesión de Gestor Cultural como tal está hoy en día en una situación de indefinición y se hace necesario un debate que aporte, como en toda profesión, un reconocimiento de profesionalidad de las personas que gestionamos cultura. A la vez, estas personas dedicadas al mundo de la cultura se caracterizan por manejar o enfrentarse a muy diversas materias multidisciplinares, pero que al fin y al cabo versan sobre la gestión de la cultura. Desde el técnico de cultura de una administración local, un comisionado de exposición de arte hasta un manager – representante de artistas, todos, son gestores de cultura, y sin embargo, hasta hace relativamente poco no se le reconocía dicha función. Al técnico de cultura de un ayuntamiento se le calificaba y se le sigue calificando como un “funcionario” (en su sentido peyorativo) – pues al fin y al cabo es un funcionario público aunque con excepciones que se derivan en la figura de “persona de confianza” contratada por el ayuntamiento en cuestión. En el caso del manager – representante de artistas también se le situaba (y sigue situándole) como un empresario con afán de explotación económica pura y dura (que los hay) sin interés por la creatividad intrínseca del artista al que representa, una imagen que en los últimos 20 años a cambiado con el surgimiento de nuevos modelos de Management, a los que me referiré más tarde.
Desde hace pocos años está surgiendo en el propio entorno profesional del Gestor Cultural una concienciación sobre la actividad y que busca exigir el reconocimiento en todos los ámbitos lógicos de cualquier otra profesión: desde un determinado estatuto laboral pasando por un reconocimiento social que ponga a pie de calle la importancia sobre qué es hacer cultura y cómo cualquier acto derivado de ello (un concierto, obra de teatro, exposición de arte,…) tiene detrás a una serie de agentes culturales que hacen posible la oferta cultural de un país. Ello otorgaría, por otra parte y entre muchas otras razones, una concienciación social de que cualquier acto cultural organizado desde cualquier estamento debe – aunque en ocasiones fuera simbólicamente – tener un coste de entrada para su disfrute.

¿Qué es un Gestor Cultural? El porqué de su necesidad de profesionalización. Agentes, un modelo determinado, posibles soluciones. Una de las definiciones que se pueden aplicar a la figura del Gestor Cultural de forma muy genérica es la que se hace eco Cristina Ramírez en un informe de la AGETEC (Asociación de Gestores y Técnicos de Cultura de la Comunidad de Madrid) que presentó en un Master de Gestión Cultural: “…es el profesional encargado de gerenciar y mediar entre el arte y los ciudadanos.”. Esta simple, en apariencia frase, eleva por sí misma a la categoría de profesión la gestión cultural, pero en sí misma, ¿queda realmente definida? ¿Qué agentes deberíamos incorporar o excluir en esta definición para evitar un intrusismo profesional? He aquí otro debate, el de trazar o no una tenue frontera y excluir, por ejemplo, a los empresarios que negocian con la cultura. Creo que sería injusto dicha exclusión como grupo, pues la industria cultural es fundamental en esa mediación entre cultura y ciudadano y en la riqueza de un país (recordemos que el sector económico cultural posee un peso fundamental en el PIB). Sí que sería interesante encontrar un equilibrio entre el fin del empresario (el lucro legítimo como empresa) y el fin artístico (potenciar la creatividad, implicación cultural y otorgar libertad hacia el artista) elementos indispensables para hacer/crear cultura y que se diferencian a lo que en ocasiones nos venden como cultura y realmente es simple negocio. Ese equilibrio se refleja últimamente en algunos modelos de Management en los que un empresario decide crear una empresa o pequeña empresa bajo su propia vocación cultural, término que introduzco como una base necesaria para que ese equilibrio mencionado se dé: la persona o empresario en cuestión tiene unos gustos que le reconfortan y desea transmitir. Sus habilidades (normalmente no profesionalizadas en un principio) son la intuición, la imaginación, confianza y autonomía y su personalidad se perfila como una forma de sentir y actuar en el medio que le rodea, en ocasiones en forma de Quijote por su lucha en defender sus propuestas que van normalmente en contra – corriente de los mediaticamente aceptado. Es precisamente este aspecto de inicio del deseo no profesionalizado auspiciado por la vocación, el que determina hoy día la necesidad de entrar en una verdadera profesión que esté amparada por baremos teóricos, académicos y legislativos que aseguren la profesionalidad, siendo extensible a todos los agentes de la gestión cultural.
He comenzado mencionando tan sólo un modelo de gestor cultural que se inserta en al ámbito privado, pero no puedo dejar de mencionar un pilar esencial tanto en la industria cultural como en la potenciación de la Cultura en sí que se erige o debería hacerlo como paraguas protector de los agentes culturales. Ésta es la Administración Pública de la que es máximo representante el propio Ministerio de Cultura y como Ministerio relacionados, pero no menos importantes, el Ministerio de Economía y Hacienda, el de Asuntos Exteriores, Educación, Trabajo, Industria, Turismo y Comercio, por mencionar aquellos que pueden incidir en la profesionalización de la Gestión Cultural. De forma breve menciono de qué manera se debería actuar por parte de la Administración Pública para lograr el reconocimiento y la configuración profesional del gestor cultural. Hay una serie de desventajas en el ejercicio de la gestión cultural que son competencia directa de algunos de los ministerios mencionados y que se reflejan en una inexistencia legislativa en muy diversos aspectos:
- Tanto en el plano laboral como en el económico. Como ejemplo, la contratación de ayuntamientos de un técnico o gestor cultural contempla un extenso campo inserto en muy diversas categorías profesionales (desde la A, de nivel de facultativo, hasta la D, como personal subalterno).
- Carencia de una titulación universitaria reglada.
- Un reconocimiento social.


¿Cómo llegar a la profesionalización del gestor cultural? Como he expuesto más arriba, un avance para la profesionalización pasaría por el reconocimiento de la propia administración pública, comenzando por la estatal, siendo necesaria la implicación del Ministerio de Cultura, el de Industria y el de Educación.

En relación a esta necesidad hay pasos que se dirigen hacia este objetivo. Reflejo dos noticias al respecto:
• En el Primer Congreso sobre la Institucionalización de la Cultura y Gestión Cultural celebrado en septiembre de 2007 surgió la disposición favorable por regularizar la profesión de Gestor Cultural y por iniciar negociaciones, al más alto nivel, en los diferentes ámbitos -Educación e Industria- para conseguir realmente su profesionalización.

• Noticia aparecida en El País el pasado 7 de mayo de 2008 de la que destaco 2 extractos relacionados con el tema:
Revolución en las artes escénicas
Cultura prepara un arsenal de proyectos para el teatro, la danza y la música
ROSANA TORRES - Madrid - 07/05/2008
Previsión de la creación de una red estatal pedagógica de Artes Escénicas y Musicales. Su puesta en marcha efectiva dependerá del acuerdo entre Cultura y el Ministerio de Educación.
Elaboración de un estatuto laboral para los artistas y profesionales del teatro, la danza y la música. El Ministerio de Trabajo e Inmigración sería el responsable de esta materia.


Si el camino hacia la profesionalización parece por lo menos esbozado (aunque repito que tratándose de la administración hay que mostrar cautela), no menos importante es la actuación hacia esa profesionalización del propio sector implicado, la cual ha comenzado hace un tiempo poniendo la aclamación de esta necesidad en sus foros internos y en negociaciones multilaterales. Al respecto hay que destacar la aparición de numerosas asociaciones (muchas de ellas de carácter autonómico) de muy diversos ámbitos relacionados directamente con la cultura en general y en concreto con la profesión de Gestor Cultural. De forma sintetizada podemos mencionar, entre otras:

- AGETEC (Asociación de Gestores y Técnicos de Cultura de la Comunidad de Madrid).
- AGCPV (Associació de Gestors i Gestores Culturals del País Valencià).
- Asociación de Gestores Culturales de Andalucía (GECA).
- UNIPROM (Unión Independiente de Promotores de Música en Directo de la Comunidad de Madrid).

Está claro que el propio sector refleja la mencionada necesidad de profesionalización y aporta y plantea también - a través de las distintas asociaciones y sus relaciones – diversos pasos para lograr el objetivo propuesto. Por una parte el sólo hecho de “asociacionismo” es una búsqueda de resolver problemas que atañen al sector; y por otra parte se promueven planes de formación de los gestores culturas y se organizan seminarios o conferencias.
La conclusión final pienso que es obvia: en la necesidad de la profesionalización de las funciones del Gestor Cultural es necesaria la actuación y apoyo de los Ministerios de la Administración pública y la iniciativa privada reflejada en todos los estamentos que puedan estar implicados: técnicos y gestores culturales de las administraciones locales y autonómicas, agencias artísticas de representación, managers e incluso las Universidades que aporten un valioso prisma académico desde sus planes de estudio relacionados con la materia.
El porqué de esta profesionalización también es clara: un respeto y reconocimiento por un sector que aporta de forma profesional con su actuación una riqueza al PIB y a la cultura de un país y por otra parte evitar el intrusismo profesional (destacar, por ejemplo, en referencia a éste que UNIPROM elaboró junto a sus estatutos un Código Deontológico que funciona como vigilia de las actuaciones no profesionales en el ámbito cultural).

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