
Como en todo mercado, la música, en sus más extensas expresiones (un concierto, un disco creado por un artista, un ciclo o un festival), tiene la necesidad de dotarse de una gestión profesional con una metodología concreta, y más tratándose de un evento cultural. Para el ciudadano de a pie, el consumidor general de cultura, de un concierto, el oyente activo, etc., la música es un disfrute especial que le llega de manera obvia como producto cultural terminado. Detrás han estado personas con una gran inversión de tiempo y con un sistema de producción en ocasiones muy complejo. Para hacernos una pequeña idea, la consecución y la contratación por parte de un teatro o ayuntamiento de un concierto de un grupo musical dedicado a un proyecto propio puede llegar a tardar meses. En esa labor influyen dos agentes, el representante artístico del grupo y el técnico cultural de la institución que contratan. Esas dos figuras son esenciales, y hoy día todavía no tienen reconocida totalmente su profesión, la cual yo opto por denominar gestores culturales, pues realizan la mediación entre el arte y el público.
De ahí, que es interesante y necesario poner sobre la mesa el conocimiento y la concienciación de la existencia del gestor cultural que hace posible que el ciudadano disfrute de la cultura en todos sus ámbitos.
De ahí, que es interesante y necesario poner sobre la mesa el conocimiento y la concienciación de la existencia del gestor cultural que hace posible que el ciudadano disfrute de la cultura en todos sus ámbitos.
