
Algo cambiaría todo a mejor si la sociedad, y en concreto la sociedad musical y sus agentes implicados, no estuvieran tan preocupados por las cifras de venta, por la imagen que tiene que dar un artista, por pegar el llamado “pelotazo” en forma de éxito (que luego se queda en eso, un éxito, sí, pero caduco), y sin embargo se mirara a la música como el gran universo que es, como una amalgama cultural de la que puedes elegir libremente sin que los medios de comunicación (“mediatizados” o “mediatizadores”) marcaran las tendencias y estilos sacados del sombrero del presdigitador de turno en forma de periodista esclavizado o editor interesado. Harto difícil sería este cambio pero no por ello hay que dejar de ilusionarse con el artista no mediático y seguir disfrutando con ese público que es la inmensa minoría, el que de verdad sabe diferenciar la música de un simple producto que tiene más de mediático que de musical.